martes, 11 de noviembre de 2008

La conquista del oeste (lejano)

Podía haber hecho 0:20:29.... si el camión-consigna hubiese pasado por meta.
Prisas y nervios nunca fueron buenas consejeros y mi chip, en el interior de la mochila, quedó rápidamente sepultado por el alud de bolsas y era ilocalizable.

Con paso decidido hacia ningún sitio, saco el móvil para la llamada acordada. Ando y desando por la rotonda como un padre primerizo. Estoy incomunicada en zona inalámbrica francesa. Mando un mensaje como tirado en botella, por si llega, y al momento veo en pantalla el nombre de Ana. Aclarado el entuerto de Anas, le agradezco encarecidamente :) la llamada, de intención y resultado alentador (así la gente dejó de pensar que era una loca con móvil de maqueta...)

Los altavoces avisan de la inminente marcha de los camiones consigna, me acelero y ahí se incluye el episodio del chip y otros que me convierten en un ser para dar de correr aparte...

Cajón blanco, no al fondo, que el del camión-escoba te pregunta si te quieres subir, y eso da bajón...: comento con Ana, mi liebre, las notas de la palma de mi mano, el tiempo límite para los kilómetros 10 y 15. Nos corrigen; lo unico que ocurre es que superado ese crono, uno corre bajo su propia responsabilidad, pero el tráfico se mantiene cortado hasta 3 horas y pico después del inicio de carrera. Bien, eso quita presión.

Nos colocamos en fila para facilitar que nos adelanten. Ana imprime un ritmo que no acostumbro para empezar, pero le sigo, ya me descolgaré.
Un árbol del paseo nos despide desprendiendo por el aire su cimbreante confite caducifolio.
Guipúzcoa entera, todos los amigos y familiares de los participantes en la Behobia (éstos son, un Oyartzun, un Azpeitia, un Zumaya enteros, el 1 de cada 100 guipuzcoanos, tirados a la carretera) parece haber confluído en Irún para despedir y desear suerte a los corredores.
Y la hilera humana se extiende tobogán arriba y tobogán abajo de Ventas, y seguimos hacia Gaintxurizketa.

En la escalada, el rasgueo de guitarra así jevilón, como de "Su ta Gar", "EH Sukarra" o semejo que mana de la bucanero-abanderada furgoneta de una pareja con niño, me vuelve el motor de un 127. A partir de ahí, voy cabeceando a derecha e izquierda a ese ritmo, como mi aterciopelado conjuntito fucsia de jooging hacía previsible, hasta la meta.

Los ánimos se te ofrecen en variadas formas, que cabe agrupar por nacionalidad: los paisanos, de niños, te exponen las palmas de sus manos para que las choques. En adulto, dedican algún ánimo a tu nombre y te alegras de darles tiempo a leerlo...
Pero estos galos, esperan agazapados en la cuneta, y cuando te acercas agónica, inician una desconcertante cuenta hasta "trois", para pasar a acompañarte pisándote los talones durante un par de metros.

Envío el mensaje preescrito a mi afición para que se dirijan a los puntos estratégicos. Cruzo el puerto a la sombra del muro de la N-1, sorteando restos.
Lanzo una mirada apagada a las montañas de chatarra que un día tragaron a algún ladronzuelo portuario.
Una chica con la cara encendida deja de correr y los porteadores de mochila también caminan a estas alturas. Yo no sé qué hacer. Veo caer gente como moscas, noto mi agotamiento, y aun queda la subida a Miracruz.

Llegamos a Trintxerpe, busco entre las caras y no encuentro. La percusión con pinceladas celtas, me transpasa hasta el tuetanillo y consigo ahogar un sollozo que lo oirían desde Jaizkibel hasta el Gorbea.
De pronto, un grito que no se corta un pelo y avanza hacia mí, para recular de inmediato porque me intuye capaz de pararme a hablar.
Ya no puedo flaquear. Subo, subo, desconocidos se desgañitan al pronunciarme, me dicen que lo estoy haciendo muy bien. Subo corriendo porque creo que si camino, no retomaré el ritmo. Ya piso el horizonte. Dicen a mi nombre que ya todo es bajar. Y sí, mi corazón se apacigua, pero mis piernas no pueden empujar más fuerte el suelo hacia atrás.

El pasillo de animadores a los lados se hace más grueso. Ya no existe el recorrido. Sé que cogí un vaso con isotónico, lo apreté, sorbí y me atraganté. Cruzaba el mar abierto en dos. Y una refrescante voz o palmada en la espalda no sé, me devuelve la alegría: Ana me soprepasa como una centella. Yo no puedo ir más rápido, pero sí llegaré.
En mi mirar al final del túnel, me pierdo los ánimos de Sergio y Pedro, pero sospecho que fueron igualmente efectivos.

Me adentro en el Boulevard, diviso a mis dos últimos seguidores canos y me voy anunciando desde la lejanía agitando el brazo insistentemente.
Detengo mi crono y lo pretendo con mis piernas. Ana me espera allí mismo e intentamos redirijir nuestras piernas en coincidente dirección mientras hablamos.

Yo espero en cuclillas en la corta y rápida cola para el masaje. Nadie más hace estiramientos. Nadie más lleva ropa de abrigo, ni lleva encima el papel manta metalizado para el río del belén de navidad.

La camiseta sudada con el dorsal me veló desde la silla y yo le sonreía cada vez que me despertaba.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Con nombres y apellidos


¡Ay, dios, qué bochorno!

viernes, 31 de octubre de 2008

Jardines versallescos

Si alguien cree que no es cabal planear un circuito para correr por sitios así, está en lo cierto.

Este plano debería contener parte del recorrido de 15 km. que pretendí hacer el sábado pasado, y repetir hoy.
A resultas de mi exclusivo peinado de zona: 17 Km otra vez. Diferentes, eso sí.
Así que, a 9 días de mi reto, no sé para qué tipo de prueba estoy preparada. A saber qué perfiles pintan mis piernas.

Para más inri, por si no me bastara con el cuartito de hora menos a mi disposición para completar la distancia, ahora me lo matizan con subplazos para los Km 10 y 15, bajo amenaza de hacerme entrar en mi propio cortejo fúnebre (bus escoba -sé que dentro de él habrá mucha energía mental deseando que suba de una vez y aligerar el viaje motorizado a meta-).

Ya tengo la capa plástica desechable por si llueve.

(Para poner al día traducciones pendientes: ésto y ésto más.)

domingo, 26 de octubre de 2008

El mejor perfil



Y como la cosa era hacerlos cuesta arriba y también, toboganes, éste es el perfil de mi carrerita de hoy (debajo suyo, el perfil de la Behobia): 17 kilómetros espontánea y ligeramente más rápidos de lo habitual (lo del 0'58"/Km como velocidad máxima, es deferencia psicológica del pulsómetro).

He ensayado un acto, en breve ineludible; la rotura de cinta de meta con el torax, con una banda de seda protéica (hilo de telaraña) que cruzaba la carretera de lado a lado.
He temido por mi sensibilidad cuando esperaba que, de un coche que daba marcha atrás, bajara un energúmeno para abroncarme por correr del lado derecho del camino y, en cambio, se interesó por ubicarse en mi plano de factura casera.
Y, para el cierre, he ingeniado el estiramiento-panacea que economiza tiempo y cuasiresetea las fibras musculares.

lunes, 20 de octubre de 2008

Teoría de la Relatividad

Ya he corrido (que nadie se ofenda) 18 Km seguidos.
El sábado noche (con perdón de los noctámbulos) fui al monte (con perdón de los alpinistas) y en la oscuridad (con perdón de la selva) disfruté (con perdón de los felices) de desplazarme velozmente (con perdón de la barrera del sonido) sin ver (con perdón de los Ramones) dónde pisaba.

De mil amores:

Correoradelamuerte

martes, 14 de octubre de 2008

Simulacro Extreme

La idea era hacer un simulacro de mi Behobia Extreme: cenar carbohidratos, meterme en el bus-dormitorio, subir valija escaleras arriba, tener un día para reparar desperfectos de traslado, comer y volver a cenar carbohidratos, dormir, desayunar al uso, correr y rebozarme bien de anti-inflamatorio.

Puede que lo de "La pasta" haya que reducirlo a sólo la cena de víspera a la carrera, para evitar una carga adicional difícilmente evacuable...
Los autobuses dormitorios, realmente son autobuses-Padrón, unos duermen y otros non.
Las escaleras se reproducen por esporas.
Del mismo modo que antes de cruzar, hay que mirar si vienen coches, aquí se hace necesario mirar a los lados si se acerca una carrera, antes de flexionar la suela de la zapatilla.

No fueron 18, sino 16 Km. El inflexible asfalto se hacía notar en la rodilla, y decidí dejar esa distancia como entreno para suelo con amortiguación.
No llevaba agua y sí un tapón de carbohidratos en los intestinos.
Un ritmo medio de 7'16" por Km. para ese cuadro clínico, no me hace quejar.

Hice por dos veces el reconocimento (eso creo) del terreno de carrera, motorizada.
La cuesta hacia Gaintxurizketa la veo suave (las obras la han rebajado el desnivel del 6% al 5%) pero larga, y después del subeybaja de los toboganes, que no sé cómo me dejarán las piernas (tengo que entrenarlos). Me dicen que lo peor es hasta Miracruz, que es muy aburrido. Pero yo sé que arrastrarme hasta el alto, será muy duro.
Y cuando me disponía a regresar, sin asiento en los tres próximos viajes. Compro billete de vuelta en el autobús-dormitorio. Hoy tampoco es mi turno...

Hoy, he incluído 2 Km. con una subida del 6%. Bien, no pierdo mucho. Y bajando, lo compenso o gano. Noto que las piernas no dan de sí lo que el corazón sí daría (llamadme generosa). Se requiere ganar fuerza en las piernas.
Tengo que hacerme un plan subibajando por tramos equivalentes a la Behobia, esa cuesta del 6%. (No es para tanto, los hay que hacen señas con brazos y piernas al universo -"Tai Chi" le llaman- y nadie se les queda mirando mucho tiempo).

jueves, 9 de octubre de 2008

Por simpatía


Los corredores incitamos a la simpatía.

No es la primera vez que, me dirijo a la barra de estiramientos ocupada por una anciana con falda tubo semiremangada, con una pierna flexionada, y apoyada sobre la puntilla del otro pie, que me dice "¡Hay que hacer deporte!"; o el señor con bastón que se echa a correr porque el verte debe inspirarle que no es tan difícil; o quien te jalea clandestinamente, que te hace pensar que seguro que has entendido mal y lo que te ha dicho es una obscenidad.

Pero también despertamos la compasión a quien te pregunta que para qué "empujas el árbol", y te mira con condescendencia al responderle que estiras los músculos porque se contraen al correr, ingenua de ti, cuando la explicación racional que esperaba era, que entras en contacto con el árbol para adquirir las cualidades de su fortaleza para correr y, luego, te meterás en el rio para impregnarte de la velocidad de sus aguas.

domingo, 5 de octubre de 2008

Para comerme algo


Últimamente, he recordado por fuerza, mi costumbre de desayunar sólo sólidos antes de salir a correr, aun a 3 horas del entreno, y que, a pesar de tender a trasladarlo a otro circuito con WC abierto y equipado, prefiero recuperar para tener un entrenamiento continuo.

También creo haber descubierto que el cuerpo digiere igual erguido que tumbado, lo que nos da la posibilidad de levantarnos a desayunar y volver a acostarnos hasta la hora prudencial de correr.

Desde ayer, y siguiendo recomendaciones fiables y sensatas, paso a acompañar mis entrenos de un botellín con agua para no deshidratarme. Y, aunque, en un principio, cada intento de trago cada 20 minutos, se traducía en la inmediata asfixia, creo que mis 14 Km de ayer y al ritmo más rápido de esta temporada, pueden deberse a ello.
Eso sí, estaba al límite. Y después de levantar las cejas para saludar a otro corredor al que creí entender "...naaas" mientras arqueaba las suyas, el pulsómetro empezó a avisar de rebase de pulsaciones, y no me había enamorado.

Quiero probar variación en el desayuno, actualmente dulce (desaconsejado antes de correr), y cambiarlo por pan y jamón cocido (pasaré el cacaoconleche y galletas y la naranja, a otros momentos del día).
También tengo que comprobar cómo me sienta la dieta a pasta o arroz, desde dos dias antes de competir.

En fín, todo se correrá.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Objetivo: glaciación

Yo no soy animal de verano. No es lo mío.

Acabaron las escasas y fatigosas microrodadas en el calor. Hoy he extraído mi cuerpo corredor al aire refrigerado del otoño y a la sombra de los árboles de la periferia del parque.

Ésto ya es otra cosa. Mi corazón no se encabrita. El aire fluye ampliamente hacia mis pulmones, sin cruzar ningún desfiladero que produzca silbidos.
Las madejas de fibras a lo largo de los muslos se tensan automáticamente y levantan mi rodilla sin esfuerzo.

La suela de mi zapa rueda por la gravilla, prensa la hierba, sobrevuela las raices salientes de los árboles.
Miro la tierra reseca y cuarteada, y me digo etiope. Entonces acelero.
Más rápida en los ascensos, más rápida con el viento de frente. Y ya mañana empiezo a subir el "monte alto" para acondicionarme, si estoy a tiempo.

viernes, 29 de agosto de 2008

Medidas para salvaguardar el honor familiar

La madrastra de Cenicienta no lo haría.

Ella no llevaría a cabo el seppuku -切腹- (término no tan vulgar como el de hara-kiri -腹切-) (efectivamente, mis pequeños buscagazapos: ideogramas justo en orden inverso). Ni siquiera practicaría el "jigai" (las mujeres, en lugar de abrirse el abdomen, se practicaban un corte en el cuello, seccionándose la arteria carótida con una daga con hoja de doble filo. Previamente, la mujer debía atarse con una cuerda los tobillos, muslos o rodillas, para no tener la deshonra de morir con las piernas abiertas al caer).



Para no vivir momentos como el del minuto 0:16 del video, incluso la tenebrosa percepción maternal del minuto 0:20, que desencadenan tragedias como las predecibles en el minuto 0:23, facilitamos la siguiente ilustración informativa.


viernes, 22 de agosto de 2008

La cuadratura sueca

Los suecos son supercuadriculados, y luego está ABBA.
Los mismos que te organizan un unidireccional y fluído intinerario sin carros, en la elección de mobiliario para tu casa y te ponen impreso y medio-lápiz en la mano, devuelven al orden tu díscolo corretear.

En el año 12 de la pasada centuria, Estocolmo albergó la quinta edicion de los Juegos Olímpicos. Y éstos nativos introdujeron novedades técnicas tales como el cronometraje electrónico activado por pistola de salida, la foto-finish, los aparatos de medición de saltos, pasillos para carrera de 400 m., la Villa Olímpica para albergar a los participantes (salvo USA, que permaneció alojado en su trasatlántico), y la publicación de un cotidiano en tres idiomas para informar sobre el transcurrir de las pruebas.

¡Qué memorables Juegos los de aquel año!

Por primera vez (anteriores convocatorias: 1896, 1900, 1904 y 1908), un corredor de fondo se hace mundialmente famoso: el finés Hannes Kolehmainen (sí, famoso).

Al indio norteamericano Jim Thorpe (rutilante prodigio incluso en bailes de salón) se le acusó de profesionalismo por cobrar 25 dolarcillos en una liga menor de béisbol y se le retiraron las dos medallas de oro conseguidas en pentatlón y decatlón, tras el triunfal recibimiento de sus paisanos.

Un corredor portugués, Francisco Lázaro, para protegerse del previsible calor, se cubrió, como los nadadores, el cuerpo de una grasa que le impidió transpirar, su cuerpo se recalentó, llegó al colapso y murió.

Y mi héroe Manga preferido: Shizo Kanaguri, que desapareció al límite de sus fuerzas en el kilómetro 30. Desde una casa, le ofrecieron un refresco y él se quedó hasta el día siguiente mientras su equipo y la organización le buscaba por todas partes. Shizo recogió sus cosas y volvió por su cuenta a su país.
Con 76 años y 55 años después, con su camisa hawaiana y su Nikon colgada al cuello, volvió y terminó la carrera desde el punto dónde la dejó y hasta franquear la línea de llegada al estadio.

miércoles, 11 de junio de 2008

El estirón

La foto es de Juan Carlos Tuero (y ella no soy yo)

El otro día caí en un entreno; quiero decir que es como si entrenara por casualidad, no es que esta materia tangible que en tan alta estima tengo, fuera a dar de bruces contra el suelo.

Estiré bajo el dintel y entre las jambas y sali a corretear las calles hasta el parque.
Le había dicho al médico que no, que no podía colgar mis vértebras de ningún lado.
Y, de pronto, una cámara con artefactos variados. Algo me posee y, como una Nadia Comaneci, alargo mis brazos y salto hasta agarrarme con las manos a las asas metálicas. Trato de no bambolearme y hago mis pequeñas estupideces en el intento.

Desde un banco, alguien observa mis evoluciones y yo acabo descolgándome: ¿os creíais que iba a hacer El Cristo? ¡Pues ni Cristo, ni salto del tigre!

Rodé muy tranquílamente, mucho...
Y he tomado una determinación inamovible, creo: pasarme el verano rodando muy muy lentamente, para bajar pulsaciones y no pesar.
Por otro lado fortalecerme con abdominales, escaleras, bicicleta (cuyo uso -con o sin casco- parece bastante arriesgado).

Pero he empezado a leer "El Maratón (teoría y práctica)". No por nada. Parecía el más interesante sobre atletismo.
Hace cien años las competiciones eran mucho más simpáticas: los atletas atajaban, se subían a coches, paraban en una casa a tomar una limonada y decidían repentinamente volver por su cuenta a su país mientras la organización de los Juegos Olímpicos y su delegación le buscaba por todos lados.

Y sigo leyendo...

lunes, 19 de mayo de 2008

¡La he hecho!

Después de mi trashumancia y la de mis cajas por la geografía astur, abandonados los bajos del puente (¡pero qué malita que está la experiencia inmobiliaria!), abro mi sesión de entrenos previos al proyecto que me ilusiona hace meses:
4 kilómetros que encaro volviendo a vestirme ceremoniosamente mi ropa y calzado de corredora y canturreando el tema principal de “2001 Una odisea del espacio” de Kubrick; 10 kilómetros de asfalto que sube y baja hasta llegar a la gravilla de mi antiguo y llano parque; 15 kilómetros acometidos con mesura, parte bajo la lluvia, parte bajo la tejavana de la pista de patinaje.
Y con ese rodaje, y una tregua de días para no lesionarme ni arrastrar cansancio, oso embarcarme en una mediamaratón y a cara descubierta.

Donostia. 17 de Mayo de 2008.
"Village" junto a los cubos de Moneo. Avisto el listado de inscritos a la carrera. Calculo unos 1700 registros. Recogemos dorsal y chip y nos vamos a tomar unos zuritos y unos txakolis.

Donostia. Un día después.
Encuentro al colega en el puente una hora antes de la salida. Gente calentando desde las 8 de la mañana.
Intento escaquearme de calentar corriendo, porque eso que se descuenta de mi aspiración a 21 km. primeros de mi vida. Correteo y más estiro. Y hoy, soy yo la chica más blanca de la playa del Gronx.

Nos situamos en una posición intermedia que oigo a alguien de las inmediaciones calificar de “¡pero qué hacéis aquí, tú, en la zona de viejos!”.
Arrancamos y alguna perversión muy personal me hace sentirme bien cuando la gente me rebasa por ambos lados.

Veo el kilómetro 3 y me sembla que ésto se me va a hacer larguísimo y no lo acabaré. Pero llegamos al Antiguo, me cruzo con la cabeza de carrera, los dos kenianos y busco al otro lado del seto al colega que pronto aparece y saluda al grito de “¡apaaa!”. Desde ahí, y ya sería el kilómetro 5, cada poco, algunos compañeros empiezan a animarnos a nosotros, los postreros. También el público.
Llego al kilómetro 7,5 y cojo una esponja (yo me las había imaginado como bancos sobremarinos de coral) que me exprimo encima evitando mojar el dorsal, como me ha avisado un buen gitanazo.

Moto y bicicletas de la organización se turnan la tarea de escoltarnos y acompañarnos. Nos vamos cogiendo cariño: “ésta la termina”, “¿es el primer 21 que haces?” “¿necesitas que te traiga algo, agua, lo que sea…? “ahora no me dejan seguir por aquí, nos vemos después de la rotonda”, “¿a que me has echado de menos?” “se te ve la cara fresca, si vieras que caras hay por ahí delante…” “así, así, dosifica” “no hables, si prefieres”…

Y pasa el tiempo y los kilómetros y seguimos en la carrera. Y supongo que por esa extrañeza, aumentan los aplausos de colegas y espectadores, incluso de los conductores retenidos:
“¡Claro que sí, claro que sí!”, “Venga txiki”, “aupa, neska”, “¡valiente!” “avant, avant!” y yo devuelvo el aplauso o levanto el dedo (pulgar).
A los 12,5 Km. las esponjas de nuevo, y yo alargo ambos brazos para aprovisionarme de dos.

Pregunto a mi ciclista acompañante si nos devuelven a meta en caso de que finalice el tiempo y nos pille en el otro extremo de la ciudad o volvemos a pie. Dice que ya me llevará aquel (el motorista, supongo).
Frases de admiración, riña de los organizadores a los peatones que se atraviesan inoportunamente, las fuerzas del orden público (municipales y autonómicas), mostrando tímidamente tener un corazoncito aeróbico y entusiasta.
Y yo cojo torpemente las desenroscadas botellas de agua que me ofrecen. Para beber patosa o para refrescarme piel y ropa.
Cojo tres esponjas; una se me cae a medio extorsionar.

La última cuarta parte de la carrera, y a partir de ahí, me uno al corredor anterior. Nos decimos que ya sólo nos queda volver.
Nuestro ciclista favorito contesta a los animadores “¡si nosotros vamos a dar otra vuelta más…!”, “¡no, si ahora vamos a subir a Ulía (el monte junto a la meta)…!”.
Un grupo de gente desconocida se me echa encima vociferando ánimos, y me entra tal emoción que tan pronto acabo de esconder la cara me asalta la duda de si les conoceré, porque ha sido asombroso.
“Ya está, estamos ya”, nos decimos antes de la curva de Sagüés. Mantenemos el ritmo y cruzamos la meta. Estrecho las manos del compañero y de nuestros acompañantes, han sido la clave de poder terminar.

Voy en busca del colega, y creo que van a ser costumbre nuestras despedidas repentinas tipo abandonar, ante el pasmo del resto de conductores, todos los ocupantes, el coche, en mitad de la vía pública para darnos un abrazo y retomar cada uno su camino, o tipo entregarnos una mochila y salir en estampida.
Empiezo a acusar el agotamiento a la espera del masaje o cualquier tipo de atención en mi agonía.
La masajista se topa con mi contractura (o posible micro-rotura según la ergometría en los días anteriores) nalgar y otras del día, pero opta por reactivarme porque me sabe muerta. Y realmente me da igual el mirón adherido a la valla ante el espectáculo de bragas y sujetadores al aire.
Consigo vestirme y llegar bajo techo. Y mi niño en Babia me recibe con una sonrisa que parece saber que algo grandioso ha ocurrido.
Me tumbo hasta la comida. Y después hasta la cena; y el desayuno…
Hoy estoy sentada.

La carrera tuvo lugar un día después de enterarme de la muerte en carrera de Najat Tijani (seguir el hilo de la noticia desde aquí); incuestionablemente, lo más importante que ocurrió en la última edición del Mapoma. Es impresentablemente mezquino que la organización o los medios de comunicación traten de ocultarlo, y supone una predicción paranoica. Es un desprecio por la vida humana, humillante.
Que su familia y amigos nos sepan muy cerca.

lunes, 17 de marzo de 2008

Anoticias


Amigos, así están las cosas.

martes, 12 de febrero de 2008

Escuela de vuelo


Sobre la barandilla que bordea el arroyo, hay una larga hilera de pequeñas gaviotas, y entre ellas destaca una más grande. Llaman la atención. Nadie puede poner tanto huevo...
(En breve, me hago cargo de la situación y caigo en la cuenta de que se trata de un monitor de vuelo y su escuadrón.)
Todas a una, y sin mediar sonido ni señal visual, humánamente perceptible, se lanzan de la barandilla. Me concentro en telecomunicarles que tengan cuidado con caer, lesionarse y llegar a ser pasto de las ratas que habitan en las grietas del muro del riachuelo.
Despegan una y otra vez y, extenuadas, algunas quedan en tierra. Caminan a mi lado sin espantarse por mi paso y yo les pienso: ¡Volaremos, compañeras, volaremos!

He visualizado -no por parapoderes, pero no va a haber foto- mi estampa de corredora. Y he descubierto que mi persuadida postura cómoda, resulta estéticamente marsupial, y sobre todo, eficazmente pobre. ¡Con lo orgullosa que estaba yo de haber localizado la situación en que los brazos no me son un lastre!

Una vez estudiada la imagen fija, he acometido finalmente -miedo me daba- las entradas del blog de Ishtar y sus enlaces a documentos gráficos (ciclo y rendimiento; 63 videos de ejercicios de técnica de carrera...)
También he rescatado otro artículo de "Técnica de carrera", que a su vez lleva a otros interesantes circuitos como el Oberón, Oregón y de escaleras.

Descubro otra bitácora, "Ciencia y deporte", cuyos post en portada pintan ir a serme de gran utilidad: "Flexibilidad", "Fuerza", "Velocidad" y "Resistencia".

Todo este material es muy exprimible, e imprimible (salvo los videos). Y mientras trataba de reducir los ejercicios redundantes, he decidido empezar con esta memorizable tabla o parecida, que enriqueceré a la larga.
Para introducirme sin traumas en el tema, he comenzado por aplicar, tras mi carrera de hoy, una bolsa de agua caliente en la extensa zona que me debate en la actualidad. Tal vez me mejora, como los suaves estiramientos y el trote de recuperación...
Han sido 12,5 Km. bordeando el litoral y adentrándome paralela al curso del río. Un gustazo.

lunes, 21 de enero de 2008

Diezki Usera

Decíamos ayer... que el asunto nalgar precisaba intervención (profesional) inmediata. Y ahí me fui yo a fisioterapia a descontractural esencialmente mis cervicales y complementar con el mencionado anexo.
Pues bien; no notaba yo variaciones con el trato y acaté la proposición "yo me pondría frío ahí..., bolsas de gel de esas que venden que se meten en la nevera...". Y no le insté a terminar la frase.
¿Me pondría hielo si qué, si quisiera qué? El dolor se agudizó y se extendió hasta la trasera de la rodilla.
Luego compré un parche de calor que no me atreví a aplicar por si pudiera ser aún peor, a dos días de la carrera.

Zafada primero del botín atascado en mi pie y, más tarde, a tres cuartos de hora de la carrera, de la manilla de la puerta del baño, dónde le fue de mero carácter práctico -ah, pues no se puede entrar!- la noticia de que me había quedado encerrada dentro, a la siguiente y única de la cola, y no avisó en la barra -¡pero si no corrían ni ella ni sus hijas!!!-, me dirigí decidida cual Quijote a encarar cualquier gigante o molino, como otrora refiriera Fabio Mcnamara: allí en Usera, a hacer la carrera...

Las imediaciones salpicadas de los colorines de las camisetas de los corredores; salpicones con efecto lag o imagen congelada según el caso...

Toca el turno de salir. Tanteamos posiciones y al poco, mirar hacia delante amenaza con los zarpazos de una cuesta inoportuna pero real.
Los ocupantes de un coche esperan apeados en un cruce uniéndose al enemigo ya que no pueden contra... los guardias de tráfico, y nos animan; alguna vecina, desde su balcón; un grupo de escolares nos vitorea y merecen que les hagamos los honores, levanto los dedos en señal de victoria; me parece reconocer a la mujer que me abandonó a mi suerte en el evacuatorio manque hubiera una catástrofe nuclear y quedara yo sepultada en vida en mi refugio (¡qué menos que compensarme ahora con unos jaleos!).
Trato de concentrarme en no sucumbir a esa tendencia mía a decelerar y frenar ante los semáforos en rojo aunque sean los de las paralelas vías del tren...

Bajo el tunel, las pisadas suenan como el aleteo contínuo de un delfin (imagino). Ya llegan las caras sufridoras de los primeros, de frente; ya intercambiamos saludos y ánimos con los compañeros; una pequeña ristra de niños ofrecen sus manos para que las choquemos y vocean sorpresas simpáticas; los compañeros ya de retirada, nos animan, ya estamos llegando, ya está hecho, ya una vuelta al circuito, (una chica -noto una especial solidaridad de las espectadoras con las mujeres corredoras- sujeta la mano de su niña para que la choque, y me ralentizo para no abofetearla, se la cosquilleo leve), y ¡esprinta!.
No tengo reservas, pero estiro la zancada. Me voy acercando al hombre por delante de mí. No sería justo. Deceleramos hasta enfilar hacia la estrechez de la meta, o de la mesa de entrega de dorsales e imperdibles, no sé. Ahora sí me flaquean las piernas, y temo verterme sobre quien me anima y me ofrece su agua.

Y tras la tempestad, vino la calma, aunque necesitó su tiempo y una manzanilla.