Una rendija de luz.
Chirrían las bisagras.
Me derramo al piso.
Como siento la garganta menguada y opone resitencia a la inspiración, me cuido de no olvidar el móvil, por si requiriera auxilio.
La hierba está empantanada; y la gravilla, embarrada y encharcada.
Apenas hay corredores y cualquiera de paso, es hacia su comedor. Yo no tengo prisa.
Mi cuerpo está pesado, pero ésto no es nada comparado con cuando de chinorri corría en la cocina, en la baldosa de al lado del fogón, a ritmo del "Spotlight kid" del Blackmore.
Me impulso, enrojezco y sudo, dentro de mi chaquetilla curra. Aprieto puños y dientes.
Suena una llamada, pero tengo por costumbre no contestar al teléfono mientras jadeo.
sábado, 31 de enero de 2009
martes, 11 de noviembre de 2008
La conquista del oeste (lejano)
Podía haber hecho 0:20:29.... si el camión-consigna hubiese pasado por meta.
Prisas y nervios nunca fueron buenas consejeros y mi chip, en el interior de la mochila, quedó rápidamente sepultado por el alud de bolsas y era ilocalizable.
Con paso decidido hacia ningún sitio, saco el móvil para la llamada acordada. Ando y desando por la rotonda como un padre primerizo. Estoy incomunicada en zona inalámbrica francesa. Mando un mensaje como tirado en botella, por si llega, y al momento veo en pantalla el nombre de Ana. Aclarado el entuerto de Anas, le agradezco encarecidamente :) la llamada, de intención y resultado alentador (así la gente dejó de pensar que era una loca con móvil de maqueta...)
Los altavoces avisan de la inminente marcha de los camiones consigna, me acelero y ahí se incluye el episodio del chip y otros que me convierten en un ser para dar de correr aparte...
Cajón blanco, no al fondo, que el del camión-escoba te pregunta si te quieres subir, y eso da bajón...: comento con Ana, mi liebre, las notas de la palma de mi mano, el tiempo límite para los kilómetros 10 y 15. Nos corrigen; lo unico que ocurre es que superado ese crono, uno corre bajo su propia responsabilidad, pero el tráfico se mantiene cortado hasta 3 horas y pico después del inicio de carrera. Bien, eso quita presión.
Nos colocamos en fila para facilitar que nos adelanten. Ana imprime un ritmo que no acostumbro para empezar, pero le sigo, ya me descolgaré.
Un árbol del paseo nos despide desprendiendo por el aire su cimbreante confite caducifolio.
Guipúzcoa entera, todos los amigos y familiares de los participantes en la Behobia (éstos son, un Oyartzun, un Azpeitia, un Zumaya enteros, el 1 de cada 100 guipuzcoanos, tirados a la carretera) parece haber confluído en Irún para despedir y desear suerte a los corredores.
Y la hilera humana se extiende tobogán arriba y tobogán abajo de Ventas, y seguimos hacia Gaintxurizketa.
En la escalada, el rasgueo de guitarra así jevilón, como de "Su ta Gar", "EH Sukarra" o semejo que mana de la bucanero-abanderada furgoneta de una pareja con niño, me vuelve el motor de un 127. A partir de ahí, voy cabeceando a derecha e izquierda a ese ritmo, como mi aterciopelado conjuntito fucsia de jooging hacía previsible, hasta la meta.
Los ánimos se te ofrecen en variadas formas, que cabe agrupar por nacionalidad: los paisanos, de niños, te exponen las palmas de sus manos para que las choques. En adulto, dedican algún ánimo a tu nombre y te alegras de darles tiempo a leerlo...
Pero estos galos, esperan agazapados en la cuneta, y cuando te acercas agónica, inician una desconcertante cuenta hasta "trois", para pasar a acompañarte pisándote los talones durante un par de metros.
Envío el mensaje preescrito a mi afición para que se dirijan a los puntos estratégicos. Cruzo el puerto a la sombra del muro de la N-1, sorteando restos.
Lanzo una mirada apagada a las montañas de chatarra que un día tragaron a algún ladronzuelo portuario.
Una chica con la cara encendida deja de correr y los porteadores de mochila también caminan a estas alturas. Yo no sé qué hacer. Veo caer gente como moscas, noto mi agotamiento, y aun queda la subida a Miracruz.
Llegamos a Trintxerpe, busco entre las caras y no encuentro. La percusión con pinceladas celtas, me transpasa hasta el tuetanillo y consigo ahogar un sollozo que lo oirían desde Jaizkibel hasta el Gorbea.
De pronto, un grito que no se corta un pelo y avanza hacia mí, para recular de inmediato porque me intuye capaz de pararme a hablar.
Ya no puedo flaquear. Subo, subo, desconocidos se desgañitan al pronunciarme, me dicen que lo estoy haciendo muy bien. Subo corriendo porque creo que si camino, no retomaré el ritmo. Ya piso el horizonte. Dicen a mi nombre que ya todo es bajar. Y sí, mi corazón se apacigua, pero mis piernas no pueden empujar más fuerte el suelo hacia atrás.
El pasillo de animadores a los lados se hace más grueso. Ya no existe el recorrido. Sé que cogí un vaso con isotónico, lo apreté, sorbí y me atraganté. Cruzaba el mar abierto en dos. Y una refrescante voz o palmada en la espalda no sé, me devuelve la alegría: Ana me soprepasa como una centella. Yo no puedo ir más rápido, pero sí llegaré.
En mi mirar al final del túnel, me pierdo los ánimos de Sergio y Pedro, pero sospecho que fueron igualmente efectivos.
Me adentro en el Boulevard, diviso a mis dos últimos seguidores canos y me voy anunciando desde la lejanía agitando el brazo insistentemente.
Detengo mi crono y lo pretendo con mis piernas. Ana me espera allí mismo e intentamos redirijir nuestras piernas en coincidente dirección mientras hablamos.
Yo espero en cuclillas en la corta y rápida cola para el masaje. Nadie más hace estiramientos. Nadie más lleva ropa de abrigo, ni lleva encima el papel manta metalizado para el río del belén de navidad.
La camiseta sudada con el dorsal me veló desde la silla y yo le sonreía cada vez que me despertaba.
Prisas y nervios nunca fueron buenas consejeros y mi chip, en el interior de la mochila, quedó rápidamente sepultado por el alud de bolsas y era ilocalizable.
Con paso decidido hacia ningún sitio, saco el móvil para la llamada acordada. Ando y desando por la rotonda como un padre primerizo. Estoy incomunicada en zona inalámbrica francesa. Mando un mensaje como tirado en botella, por si llega, y al momento veo en pantalla el nombre de Ana. Aclarado el entuerto de Anas, le agradezco encarecidamente :) la llamada, de intención y resultado alentador (así la gente dejó de pensar que era una loca con móvil de maqueta...)
Los altavoces avisan de la inminente marcha de los camiones consigna, me acelero y ahí se incluye el episodio del chip y otros que me convierten en un ser para dar de correr aparte...
Cajón blanco, no al fondo, que el del camión-escoba te pregunta si te quieres subir, y eso da bajón...: comento con Ana, mi liebre, las notas de la palma de mi mano, el tiempo límite para los kilómetros 10 y 15. Nos corrigen; lo unico que ocurre es que superado ese crono, uno corre bajo su propia responsabilidad, pero el tráfico se mantiene cortado hasta 3 horas y pico después del inicio de carrera. Bien, eso quita presión.
Nos colocamos en fila para facilitar que nos adelanten. Ana imprime un ritmo que no acostumbro para empezar, pero le sigo, ya me descolgaré.
Un árbol del paseo nos despide desprendiendo por el aire su cimbreante confite caducifolio.
Guipúzcoa entera, todos los amigos y familiares de los participantes en la Behobia (éstos son, un Oyartzun, un Azpeitia, un Zumaya enteros, el 1 de cada 100 guipuzcoanos, tirados a la carretera) parece haber confluído en Irún para despedir y desear suerte a los corredores.
Y la hilera humana se extiende tobogán arriba y tobogán abajo de Ventas, y seguimos hacia Gaintxurizketa.
En la escalada, el rasgueo de guitarra así jevilón, como de "Su ta Gar", "EH Sukarra" o semejo que mana de la bucanero-abanderada furgoneta de una pareja con niño, me vuelve el motor de un 127. A partir de ahí, voy cabeceando a derecha e izquierda a ese ritmo, como mi aterciopelado conjuntito fucsia de jooging hacía previsible, hasta la meta.
Los ánimos se te ofrecen en variadas formas, que cabe agrupar por nacionalidad: los paisanos, de niños, te exponen las palmas de sus manos para que las choques. En adulto, dedican algún ánimo a tu nombre y te alegras de darles tiempo a leerlo...
Pero estos galos, esperan agazapados en la cuneta, y cuando te acercas agónica, inician una desconcertante cuenta hasta "trois", para pasar a acompañarte pisándote los talones durante un par de metros.
Envío el mensaje preescrito a mi afición para que se dirijan a los puntos estratégicos. Cruzo el puerto a la sombra del muro de la N-1, sorteando restos.
Lanzo una mirada apagada a las montañas de chatarra que un día tragaron a algún ladronzuelo portuario.
Una chica con la cara encendida deja de correr y los porteadores de mochila también caminan a estas alturas. Yo no sé qué hacer. Veo caer gente como moscas, noto mi agotamiento, y aun queda la subida a Miracruz.
Llegamos a Trintxerpe, busco entre las caras y no encuentro. La percusión con pinceladas celtas, me transpasa hasta el tuetanillo y consigo ahogar un sollozo que lo oirían desde Jaizkibel hasta el Gorbea.
De pronto, un grito que no se corta un pelo y avanza hacia mí, para recular de inmediato porque me intuye capaz de pararme a hablar.
Ya no puedo flaquear. Subo, subo, desconocidos se desgañitan al pronunciarme, me dicen que lo estoy haciendo muy bien. Subo corriendo porque creo que si camino, no retomaré el ritmo. Ya piso el horizonte. Dicen a mi nombre que ya todo es bajar. Y sí, mi corazón se apacigua, pero mis piernas no pueden empujar más fuerte el suelo hacia atrás.
El pasillo de animadores a los lados se hace más grueso. Ya no existe el recorrido. Sé que cogí un vaso con isotónico, lo apreté, sorbí y me atraganté. Cruzaba el mar abierto en dos. Y una refrescante voz o palmada en la espalda no sé, me devuelve la alegría: Ana me soprepasa como una centella. Yo no puedo ir más rápido, pero sí llegaré.
En mi mirar al final del túnel, me pierdo los ánimos de Sergio y Pedro, pero sospecho que fueron igualmente efectivos.
Me adentro en el Boulevard, diviso a mis dos últimos seguidores canos y me voy anunciando desde la lejanía agitando el brazo insistentemente.
Detengo mi crono y lo pretendo con mis piernas. Ana me espera allí mismo e intentamos redirijir nuestras piernas en coincidente dirección mientras hablamos.
Yo espero en cuclillas en la corta y rápida cola para el masaje. Nadie más hace estiramientos. Nadie más lleva ropa de abrigo, ni lleva encima el papel manta metalizado para el río del belén de navidad.
La camiseta sudada con el dorsal me veló desde la silla y yo le sonreía cada vez que me despertaba.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
viernes, 31 de octubre de 2008
Jardines versallescos
Si alguien cree que no es cabal planear un circuito para correr por sitios así, está en lo cierto.
Este plano debería contener parte del recorrido de 15 km. que pretendí hacer el sábado pasado, y repetir hoy.
A resultas de mi exclusivo peinado de zona: 17 Km otra vez. Diferentes, eso sí.
Así que, a 9 días de mi reto, no sé para qué tipo de prueba estoy preparada. A saber qué perfiles pintan mis piernas.
Para más inri, por si no me bastara con el cuartito de hora menos a mi disposición para completar la distancia, ahora me lo matizan con subplazos para los Km 10 y 15, bajo amenaza de hacerme entrar en mi propio cortejo fúnebre (bus escoba -sé que dentro de él habrá mucha energía mental deseando que suba de una vez y aligerar el viaje motorizado a meta-).
Ya tengo la capa plástica desechable por si llueve.
(Para poner al día traducciones pendientes: ésto y ésto más.)
Este plano debería contener parte del recorrido de 15 km. que pretendí hacer el sábado pasado, y repetir hoy.
A resultas de mi exclusivo peinado de zona: 17 Km otra vez. Diferentes, eso sí.
Así que, a 9 días de mi reto, no sé para qué tipo de prueba estoy preparada. A saber qué perfiles pintan mis piernas.
Para más inri, por si no me bastara con el cuartito de hora menos a mi disposición para completar la distancia, ahora me lo matizan con subplazos para los Km 10 y 15, bajo amenaza de hacerme entrar en mi propio cortejo fúnebre (bus escoba -sé que dentro de él habrá mucha energía mental deseando que suba de una vez y aligerar el viaje motorizado a meta-).
Ya tengo la capa plástica desechable por si llueve.
(Para poner al día traducciones pendientes: ésto y ésto más.)
domingo, 26 de octubre de 2008
El mejor perfil
Y como la cosa era hacerlos cuesta arriba y también, toboganes, éste es el perfil de mi carrerita de hoy (debajo suyo, el perfil de la Behobia): 17 kilómetros espontánea y ligeramente más rápidos de lo habitual (lo del 0'58"/Km como velocidad máxima, es deferencia psicológica del pulsómetro).
He ensayado un acto, en breve ineludible; la rotura de cinta de meta con el torax, con una banda de seda protéica (hilo de telaraña) que cruzaba la carretera de lado a lado.
He temido por mi sensibilidad cuando esperaba que, de un coche que daba marcha atrás, bajara un energúmeno para abroncarme por correr del lado derecho del camino y, en cambio, se interesó por ubicarse en mi plano de factura casera.
Y, para el cierre, he ingeniado el estiramiento-panacea que economiza tiempo y cuasiresetea las fibras musculares.
lunes, 20 de octubre de 2008
Teoría de la Relatividad
Ya he corrido (que nadie se ofenda) 18 Km seguidos.
El sábado noche (con perdón de los noctámbulos) fui al monte (con perdón de los alpinistas) y en la oscuridad (con perdón de la selva) disfruté (con perdón de los felices) de desplazarme velozmente (con perdón de la barrera del sonido) sin ver (con perdón de los Ramones) dónde pisaba.
De mil amores:
Correoradelamuerte
El sábado noche (con perdón de los noctámbulos) fui al monte (con perdón de los alpinistas) y en la oscuridad (con perdón de la selva) disfruté (con perdón de los felices) de desplazarme velozmente (con perdón de la barrera del sonido) sin ver (con perdón de los Ramones) dónde pisaba.
De mil amores:
Correoradelamuerte
martes, 14 de octubre de 2008
Simulacro Extreme
La idea era hacer un simulacro de mi Behobia Extreme: cenar carbohidratos, meterme en el bus-dormitorio, subir valija escaleras arriba, tener un día para reparar desperfectos de traslado, comer y volver a cenar carbohidratos, dormir, desayunar al uso, correr y rebozarme bien de anti-inflamatorio.
Puede que lo de "La pasta" haya que reducirlo a sólo la cena de víspera a la carrera, para evitar una carga adicional difícilmente evacuable...
Los autobuses dormitorios, realmente son autobuses-Padrón, unos duermen y otros non.
Las escaleras se reproducen por esporas.
Del mismo modo que antes de cruzar, hay que mirar si vienen coches, aquí se hace necesario mirar a los lados si se acerca una carrera, antes de flexionar la suela de la zapatilla.
No fueron 18, sino 16 Km. El inflexible asfalto se hacía notar en la rodilla, y decidí dejar esa distancia como entreno para suelo con amortiguación.
No llevaba agua y sí un tapón de carbohidratos en los intestinos.
Un ritmo medio de 7'16" por Km. para ese cuadro clínico, no me hace quejar.
Hice por dos veces el reconocimento (eso creo) del terreno de carrera, motorizada.
La cuesta hacia Gaintxurizketa la veo suave (las obras la han rebajado el desnivel del 6% al 5%) pero larga, y después del subeybaja de los toboganes, que no sé cómo me dejarán las piernas (tengo que entrenarlos). Me dicen que lo peor es hasta Miracruz, que es muy aburrido. Pero yo sé que arrastrarme hasta el alto, será muy duro.
Y cuando me disponía a regresar, sin asiento en los tres próximos viajes. Compro billete de vuelta en el autobús-dormitorio. Hoy tampoco es mi turno...
Hoy, he incluído 2 Km. con una subida del 6%. Bien, no pierdo mucho. Y bajando, lo compenso o gano. Noto que las piernas no dan de sí lo que el corazón sí daría (llamadme generosa). Se requiere ganar fuerza en las piernas.
Tengo que hacerme un plan subibajando por tramos equivalentes a la Behobia, esa cuesta del 6%. (No es para tanto, los hay que hacen señas con brazos y piernas al universo -"Tai Chi" le llaman- y nadie se les queda mirando mucho tiempo).
Puede que lo de "La pasta" haya que reducirlo a sólo la cena de víspera a la carrera, para evitar una carga adicional difícilmente evacuable...
Los autobuses dormitorios, realmente son autobuses-Padrón, unos duermen y otros non.
Las escaleras se reproducen por esporas.
Del mismo modo que antes de cruzar, hay que mirar si vienen coches, aquí se hace necesario mirar a los lados si se acerca una carrera, antes de flexionar la suela de la zapatilla.
No fueron 18, sino 16 Km. El inflexible asfalto se hacía notar en la rodilla, y decidí dejar esa distancia como entreno para suelo con amortiguación.
No llevaba agua y sí un tapón de carbohidratos en los intestinos.
Un ritmo medio de 7'16" por Km. para ese cuadro clínico, no me hace quejar.
Hice por dos veces el reconocimento (eso creo) del terreno de carrera, motorizada.
La cuesta hacia Gaintxurizketa la veo suave (las obras la han rebajado el desnivel del 6% al 5%) pero larga, y después del subeybaja de los toboganes, que no sé cómo me dejarán las piernas (tengo que entrenarlos). Me dicen que lo peor es hasta Miracruz, que es muy aburrido. Pero yo sé que arrastrarme hasta el alto, será muy duro.
Y cuando me disponía a regresar, sin asiento en los tres próximos viajes. Compro billete de vuelta en el autobús-dormitorio. Hoy tampoco es mi turno...
Hoy, he incluído 2 Km. con una subida del 6%. Bien, no pierdo mucho. Y bajando, lo compenso o gano. Noto que las piernas no dan de sí lo que el corazón sí daría (llamadme generosa). Se requiere ganar fuerza en las piernas.
Tengo que hacerme un plan subibajando por tramos equivalentes a la Behobia, esa cuesta del 6%. (No es para tanto, los hay que hacen señas con brazos y piernas al universo -"Tai Chi" le llaman- y nadie se les queda mirando mucho tiempo).
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