No servía de nada contar los días. Mi ánimo caía por la improducción de endorfinas y por la idea de que el tiempo y el esfuerzo invertidos se estaban yendo al garete.
Pero llené medio equipaje con las zapas y ropa de correr, y entré en el bus. Era inevitable caer dormida y también lo era despertar con la vibración del cristal en mi cabeza.
Horas infinitas de sueño y, por la mañana, con dolores dorsales de hiperdescanso, y el conocido suceso nalgar, me eché a una calle con hipotemperaturas de 2 a 5ºC al sol.
El deseo de saber de la ciudad me hizo olvidar lesiones y fríos. Me convertí en una cámara, en una grabadora, en un detector, un cuaderno en blanco, sobre raíles.
El pulcro y ordenado puerto deportivo, los coloristas barcos pesqueros, el suelo limpio de cáscaras de karrakelas, alfileres, cucuruchos, turistas, traineras.
Pisé el techo de tiburones, peces globo, manta..., no corrí dentro de un bucle de agua de mar, pero recordé la curiosidad del tradicional juego foráneo de tentar la suerte con las gigantes olas de septiembre, y las silvestres gradas de burlones espectadores.
Un Wailer y su madrugador bebé en sillita, el acolchado bidegorri (camino rojo para bicicletas), una rejilla metálica delicia de admiradores de Marilyn, una corredora, algún surfer, monopatinadores; la corredora, el Wailer y su bebé. Caigo en la cuenta de que le acompañan. Tal vez se apoyan mutuos, en el concierto, en la carrera, en su crecimento...
Diez kilómetros, una hora de bis a bis con la ciudad. La afección glútea, extendida hasta el revés de la rodilla, más una faringitis galopante.
Y el conductor de mi regreso debió de pensar que todo el día iba a ser una guasa torturadora: los múltiples ocupantes para la misma plaza, la viajera-barricada, la película en inglés y subtítulos en francés, los niños-aspirantes a viajeros-barricada, la berreante palmera con cascos...
Después del alegrón por los 10 km. sin retrocesos significativos, no podía renunciar a la única San Silvestre que podía correr: día 30 de diciembre y 11:30 A.M. 4,2 Km. en una carrera de urbanización.
Llego con prudente antelación para inscribirme y calentar. Los montoncitos de niños pequeños con padres entorno a la salida-meta impregnan mi inconsciente, y al cabo de media hora, tras empezar a calentar, pregunto si luego ya corremos los mayores.
La prueba se calcula para las 12:45. Me quedo, por si se adelanta...
Procuro no desgastarme, no enfriarme, pasar desapercibida, hacer el normal... pero algo debo hacer mal. Desconocidos me saludan.
Para mí que la gente cree que voy a ser una competidora fuerte, hasta que me ven llegar la última. No sé qué les hace pensar eso.
La megafonía me amedrenta diciendo que entre nosotros está un renombrado ultrafondista, no sé qué otro ganador internacional, que es una prueba de nivel alto, que se congratulan de que empecemos a participar populares, y mujeres...
¿Y las veteranas marujas ociosas de urbanización y de correr tontorrón que habíamos quedado se me ponían, dónde están?
Nos llaman a la salida; yo acudo silbando y mirando hacia el cielo, dejando pasar a todo el mundo, rezagándome. Hacen la señal, y creo que oí gritos como de combate.
Al poco de salir cuesta abajo y a pleno rendimiento, ya estoy jadeando moribunda. Pienso en abandonar, me queman los muslos, pero me invito a alcanzar el giro de vuelta, y según eso, decidir.
Última o penúltima participante alternativamente, me da pena ver a mis tres discretos seguidores, solos, en un recodo. Y yo a ellos.
No termino de llegar, y la cuesta del 8% no es un incentivo. No quiero saber, no quiero mirar. Orejera vertical. Tipi, tapa, tipi, tapa... (pequeños pasos constantes).
Ascensión concluída y 60 metros llanos para esprintar contra mi tiempo.
En la zona de frenado, me despojan de imperdibles y dorsal; me equipan con un botellín de agua al que hago el vacío (en el buen sentido de la expresión).
Salgo a cámara rápida y estiro en el coche lo que se puede mientras se conduce. Aparco. Abro.
-¿Qué te pasó?
-¿Por qué? ¿Qué hora es? ¡Ah, y diez...!
(Estiro un poco más en el bordillo del plato de la ducha y en el lavabo)